Javier Arce: Esperando a los árabes. Los visigodos en Hispania (507-711), Madrid: Marcial Pons 2011, 339 S., ISBN 978-84-92820-44-3, EUR 37,99
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¿Quién esperaba a los árabes en el Regnum Gothorum en el año 711 d.C.? Nadie. Sin embargo Javier Arce no puede resistir la tentación de parafrasear al poeta alejandrino Constantinos P. Cavafis en su célebre poema "Esperando a los bárbaros"; cuya metáfora intemporal alude al miedo de la novedad frente a las anquilosadas instituciones y tradiciones que forman parte de la cotidianeidad. Si la referencia explícita a este poema de Cavafis no estuviese presente de forma reiterada en la obra de Arce, el título de su último libro, "Esperando a los Árabes. Los visigodos en Hispania (507-711 d.C.)" podría asociarse (de forma tendenciosa) a un homenaje al "Esperando a Godot" de Samuel Beckett; obra de teatro de acción narrativa estática y estancada que no es más que una metáfora de la ausencia de significado de la vida moderna, recurso habitual del existencialismo. Estas "esperas" metafóricas serían las mismas que la argumentada por Arce en su nueva obra para el reino visigodo: el estancamiento y agotamiento todas sus vertientes (institucionales, públicas y privadas), bajo la influencia suprema de la Iglesia.
"Esperando a los árabes", publicado en 2011 culmina la trilogía iniciada por "El último siglo de la Hispania romana (284-409)" y continuada por "Bárbaros y romanos (400-507 d.C.)", cuyas primeras ediciones son de 1982 y 2007 respectivamente. Una trilogía de obligada consulta para los estudiosos de la Antigüedad Tardía en la Península Ibérica. Sin embargo este colofón final no responde al esquema compositivo de las dos primeras obras. Ya en su "Introducción" Arce deja claro que su libro no puede definirse como una "historia de la España visigoda". En realidad se tratan diversos temas, muy heterogéneos, con la vocación de analizar las continuidades (o no) respecto al mundo romano tardío. El objetivo, bien marcado, es analizar y definir la naturaleza del Reino Visigodo en base a dos leitmotivs: el impacto del cristianismo y las continuidades institucionales y sociales una vez desaparecido totalmente el Estado Romano hasta la llegada de los conquistadores musulmanes en la mítica fecha del 711 d.C. No se trata, así pues, de una historia del Reino Visigodo del corte de las publicadas por Luís A. García Moreno, [1] José Orlandis [2] o Roger Collins, [3] todas ellas elogiables. Tampoco puede afiliarse a la historia de las instituciones de Claudio Sánchez-Albornoz [4] o la social de Abilio Barbero y Marcelo Vigil; [5] autores prolíficos que se han adentrado desde perspectivas muy diversas e incluso enfrentadas a la historia del período a lo largo del siglo XX. Arce ha querido centrarse en la naturaleza o esencia del Reino Visigodo como heredero de la Hispania romana y la gran (o total) influencia de la Iglesia; ejes en torno a los cuales pivota esta obra. Se trata de dos fenómenos que eran conocidos por todos, pero que merecían una revisión crítica. La espera ha merecido la pena, en 2011 llegó el volumen.
Para afrontar esta revisión de la "esencia" del Reino Visigodo el autor analiza sus instituciones, la figura regia (la sucesión, la unción, el ceremonial, el evergetismo, sus residencias...), la relevancia del thesaurus y el ejército. Elementos paradigmáticos en la historia e historiografía del Regnum. El gran acierto de Arce, sin embargo, ha sido explorar la cotidianidad de la sociedad, el modus vivendi, penas y castigos, sexualidad, hábitos de lectura y escritura, etc, a partir de las escasas fuentes textuales. El autor aragonés hila fino y con su prosa descarnada teje el panorama social de una época marcada por el triunfo del cristianismo. Aspectos de la vida privada que en pocas ocasiones han merecido un análisis crítico y que de nuevo, para el autor, están condicionadas por la poderosa influencia de la Iglesia, a la que dedica dos capítulos concretos, pero que es omnipresente en todo su análisis. Esta omnipresencia eclesiástica afecta todos los aspectos relacionados con el Regnum, y es tal su interrelación que "sin Iglesia no hay regnum".
La monografía de Arce es un revulsivo historiográfico. Su libro no se somete a la estructura tradicional de historia del Reino Visigodo ni tampoco es una acumulación heterogénea de hallazgos novedosos. La prosa del autor (rica, atrayente y motivadora) revisa los clichés, tópicos y casuísticas historiográficas, muchas veces dinamitándolas, como es el caso de la identificación de Recópolis con el yacimiento arqueológico de Cerro de la Oliva, el rol de las denominadas "coronas votivas", la inscripción del puente de Mérida de época de Eurico o las complejas relaciones entre vascones y visigodos. En este sentido la obra no se limita a intentar zanjar problemáticas inherentes al estudio de la época; la gran virtud del libro es que abre nuevos caminos interpretativos; plantea la oportunidad de proyectar nuevos planteamientos. Se puede estar de acuerdo o no con las hipótesis del profesor Arce, pero nadie podrá negar que se trata, en suma, de uno de los investigadores más influyentes y carismáticos de este período histórico. La lectura atenta de su "espera" no hará sino plantear interrogantes sobre cuestiones aceptadas de forma más o menos unánime. Un ejemplo significativo lo constituye el ceremonial de los reyes godos, supuestamente influenciado por el bizantino. Arce, tras analizar las referencias y pruebas que tenemos, llega a la conclusión que se ha construido un castillo de arena entorno a esta cuestión: no hay datos para hablar de un ceremonial concreto y específico bizantinizante. Otro ejemplo de este trabajo de minucioso análisis crítico lo realiza con el célebre epígrafe conservado en el Codex Toletanus del siglo VIII d.C.; si bien la historiografía antigua y moderna había valorado la posibilidad de una intervención directa de un dux godo en la reparación de las murallas y el puente de Emerita (argumento que justificaba la intervención del rex Eurico), el autor plantea un escenario totalmente distinto: es en realidad el obispo quien maniobró evergéticamente en la zona. A lo largo de los doce capítulos y apartados se ponen en tela de juicio razonamientos y argumentos dados por ciertos de forma generalizada, construyendo un panorama más complejo de la política y la sociedad en época visigoda. Los razonamientos y dudas del autor son, en definitiva, razonables.
Un aspecto destacable del "Esperando a los árabes" es el uso de bibliografía y fuentes textuales originales. A nadie se le escapará el manejo de una bibliografía selectiva y no extensa, rehuyendo el contentar al gremio profesional. Las omisiones del autor resultan explícitamente voluntariosas; aspecto sobre el cual Arce pide excusas en su "Introducción", pero no perdón. La base del trabajo del autor son las fuentes originarias y originales. Evidentemente la naturaleza de estas fuentes textuales son, en una abrumadora mayoría, eclesiásticas o legislativas ("salpicada por la moral cristiana" en palabras del autor). No podía ser de otra forma; para Arce esta sobredimensión de la historiografía eclesiástica ha producido una visión "unidireccional, sesgada, incompleta y de pensamiento único". Si a este factor añadimos la instrumentalización del período por parte de según qué sectores políticos e intelectuales en determinados períodos de la historia contemporánea de España, el cóctel distorsionador es explosivo. La tradición historiográfica ha visto en el período objeto de estudio, un momento "esplendoroso" del pasado que Arce desmitifica en cada página; sin lugar a dudas otra de las fortunas de su lectura. Cabe destacar especialmente la supuesta unidad territorial, como se pone de manifiesto reiterativamente en el texto y sobre todo en las consecuencias derivadas de los años posteriores al 711 d.C. La "catástrofe" de la caída del Regnum Gothorum fue, según Arce, sobretodo la catástrofe de la Iglesia, que perdió su protagonismo en todos los ámbitos de la política y la sociedad. Pese a la gran relevancia de la figura del rey y el Oficio Palatino, era la Iglesia (católica) la auténtica élite dirigente de los territorios del reino visigodo. Al caer la Iglesia, cayó un reino cuya naturaleza era, eminentemente, eclesiástica. Este planteamiento, sutil y afinado, obliga a reflexionar no solo sobre las fuentes textuales, también sobre las arqueológicas. Más que zanjar polémicas, Arce obliga a reflexionar sobre los hechos, sobre el pasado histórico, forzando al investigador a analizar con otras perspectivas el material existente.
Los trabajos de Arce han ido subrayando en las últimas décadas el carácter de continuidad del Reino Visigodo respecto a la Hispania tardorromana, sin embargo en este libro el autor se atreve a plantear el agotamiento y estatismo de sus instituciones, incapaces de hacer frente A nuevas soluciones de continuidad, explicitadas ante los nuevos conquistadores. Si bien en este último caso habría que plantear, ¿si cayó Alejandría como no iba a caer Toledo? Pero si no cayó Poitiers, ¿por qué Toledo cayó? Siguiendo la metáfora de la espera de Beckett, Godot (los musulmanes en pleno auge expansivo) llegó para cerrar un período de la historia de la Península Ibérica. Parafraseando al gran poeta Cavafis, la llegada de estos conquistadores y la formación de al-Andalus significó, lejos de la visión de la historia eclesiástica (catastrofista), la solución después de todo. Finalmente, apuntalar un hecho objetivo para quien aquí redacta: ya nos gustaría a los jóvenes investigadores tener esta prosa sutil y descarnada; las interpretaciones y planteamientos quedan abiertos, los nuevos horizontes en la investigación no pueden ni deben ser obviados.
Notas:
[1] L.A. García Moreno: Historia de la España visigoda, Madrid 1989.
[2] J. Orlandis: Historia del Reino Visigodo Español. Los acontecimientos, las instituciones, la sociedad, los protagonistas, Madrid 2003.
[3] R. Collins: Visigothic Spain 409-711, Oxford 2004.
[4] C. Sánchez Albornoz: Ruina y extinción del municipio romano en España e instituciones que lo reemplazan, Buenos Aires 1947.
[5] A. Barbero / M. Vigil: La formación del feudalismo en la Península Ibérica, Madrid 1978.
José Javier Guidi Sánchez